Nuestros niños especiales

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Educación Especial.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Daño Cerebral

EL DAÑO CEREBRAL

1-¿Qué es el daño cerebral?
En general, el envejecimiento progresivo de la población occidental, los accidentes laborales, el nivel de estrés de nuestra sociedad y los accidentes de tráfico, están provocando un aumento de lesiones cerebrales, susceptibles de tratamiento neuropsicológico.  De todas estas causas, las de mayor incidencia son los accidentes de tráfico.
Se entiende como daño cerebral, “un daño al tejido vivo del cerebro”,  es decir, una afectación directa sobre el cerebro, bien por causas externas o internas, que produce un compromiso de las habilidades funcionales físicas, psicosociales o cognitivas del sujeto.

2- Clasificación
Existen dos tipos de daño cerebral:
                   1-Adquirido: “daño al tejido vivo del cerebro que inicialmente es causado por fuerzas mecánicas externas”
-traumatismo craneo-encefálico (TCE).  Es un “golpe” en la cabeza, que afecta al cráneo y al encéfalo o cerebro, o solamente al cráneo.
                            -ictus, también llamado accidente cerebrovascular  o accidente vascular cerebral (ACV).  En él se ven afectada la circulación cerebral, tanto de arterias, venas o capilares.  Las alteraciones se producen por obstrucciones (trombos) circulatorias o bien por roturas de alguna vía.
                            -Otros tipos: anoxias (falta de oxígeno en el cerebro), intoxicaciones por inhalación o por boca, picaduras de ciertos insectos....
                   2-No adquirido:
                            -tumores cerebrales
                            -malformaciones cerebrales
                            -enfermedades degenerativas (Demencias, Parkinson, Esclerosis Múltiple...)
                            -patologías neurológicas (epilepsia...)

3-Causas
Los motivos de los traumatismos craneoencefálicos (TCE) pueden ser múltiples: mayoritariamente accidentes de tráfico, pero también caídas, violencia interpersonal y accidentes deportivos.  Debemos jerarquizar que es la primera causa de muerte, pero especialmente de invalidez entre la población joven.  La tasa de incidencia en países desarrollados se estima en 100/100.000 habitantes.   
En el caso de los ictus, los factores que pueden aumentar las posibilidades de padecer riesgo son variados:
No modificables:
- Edad avanzada: pasados los 55 años, cada década vivida dobla el riesgo de padecer un ictus.
- Sexo: se producen, más o menos la misma cantidad de ictus en los dos sexos. No obstante, más de la mitad de las muertes son en mujeres.
- Herencia familiar y raza: el riesgo de sufrir un ictus es mayor si alguna persona de la familia lo ha padecido.  Los negros tienen más riesgo de muerte y de padecer discapacidades más grandes que los blancos, en parte debido a que en esta raza la presión sanguínea elevada tiene más incidencia, y este problema es un factor de riesgo importante en ictus.
- Haber sufrido un ictus: una vez sufrido un accidente cerebrovascular las posibilidades de padecer otro aumentan considerablemente.
- La estación del año y el clima: las muertes por ictus ocurren con más frecuencia con temperaturas extremadamente frías o calurosas.

Modificables
- Hipertensión: es el factor de riesgo que mejor predice el ictus.
- Fumar: en los últimos años los estudios han demostrado que fumar cigarrillos es un factor importante de riesgo.
- Consumo excesivo de alcohol: el exceso de alcohol puede aumentar la presión sanguínea, aumentar la obesidad, los triglicéridos, el cáncer y otras enfermedades, causar fallos cardíacos y, en consecuencia, provocar un ictus.
- Ciertos tipos de consumo de drogas: tomar drogas por vía intravenosa aumenta el riesgo de ictus debido a un émbolo cerebral. El uso de cocaína también se ha relacionado fuertemente a ictus, ataques de corazón y varias complicaciones cardiovasculares. Estos problemas se han dado, incluso, cuando se ha consumido por primera vez cocaína.
- Sobrepeso y obesidad.
- Sedentarismo
- Hipercolesterolemia.
- Diabetes Mellitus: es un factor de riesgo independiente y esta relacionada en gran medida con la presión sanguínea elevada. Aunque la diabetes se puede tratar, padecerla incrementa el riesgo de ictus. Los diabéticos suelen tener también el colesterol alto y sobrepeso, lo que aumenta todavía más sus riesgos.


Parálisis cerebral

    
Es un grupo de trastornos que pueden comprometer las funciones del cerebro y del sistema nervioso como el movimiento, el aprendizaje, la audición, la visión y el pensamiento.
Hay algunos tipos diferentes de parálisis cerebral, entre ellas: espástica, discinética, atáxica, hipotónica y mixta.
Sistema nervioso central y sistema nervioso periférico

Causas

La parálisis cerebral es causada por lesiones o anomalías del cerebro. La mayoría de estos problemas ocurre a medida que el bebé crece en el útero, pero se pueden presentar en cualquier momento durante los primeros dos años de vida, mientras el cerebro del bebé aún se está desarrollando.
En algunas personas con parálisis cerebral, partes del cerebro se lesionan debido a los niveles bajos de oxígeno (hipoxia) en el área, pero no se sabe por qué ocurre esto.
Los bebés prematuros tienen un riesgo ligeramente más alto de padecer parálisis cerebral, la cual puede ocurrir también a comienzos de la lactancia como resultado de diversas afecciones como:
En algunos casos, la causa de la parálisis cerebral nunca se determina.

Síntomas

Los síntomas de parálisis cerebral pueden ser muy diferentes entre personas con este grupo de trastornos. Los síntomas pueden:
  • Ser muy leves o muy graves
  • Comprometer sólo un lado del cuerpo o ambos lados
  • Ser más pronunciados ya sea en los brazos o las piernas o comprometer brazos y piernas
Los síntomas por lo regular se observan antes de que un niño cumpla dos años de edad y, algunas veces, empiezan incluso a los 3 meses. Los padres pueden notar que su hijo está retrasado en su capacidad para alcanzar algo y en las fases de desarrollo como sentarse, girar, gatear o caminar.
Hay varios tipos diferentes de parálisis cerebral y algunas personas tienen una mezcla de síntomas.
Los síntomas de la parálisis cerebral espástica, el tipo más común, abarcan:
  • Músculos que están muy tensos y no se estiran. Incluso se pueden tensionar aun más con el tiempo.
  • Marcha (caminar) anormal: brazos metidos hacia los costados, rodillas cruzadas o tocándose, piernas que hacen movimientos de "tijeras" y caminar sobre los dedos.
  • Articulaciones rígidas y que no se abren por completo (llamado contractura articular).
  • Debilidad muscular o pérdida del movimiento en un grupo de músculos (parálisis).
  • Los síntomas pueden afectar un brazo o la pierna, un lado del cuerpo, ambas piernas o ambos brazos y piernas.
Los siguientes síntomas pueden ocurrir en otros tipos de parálisis cerebral:
  • Movimientos anormales (torsiones, tirones o contorsiones) de las manos, los pies, los brazos o las piernas estando despierto, lo cual empeora durante períodos de estrés
  • Temblores
  • Marcha inestable
  • Pérdida de la coordinación
  • Músculos flojos, especialmente en reposo, y articulaciones que se mueven demasiado alrededor
Otro síntomas cerebrales y del sistema nervioso:
  • Son comunes la disminución de la inteligencia o las dificultades de aprendizaje, pero la inteligencia puede ser normal
  • Problemas del habla (disartria)
  • Problemas de audición o visión
  • Convulsiones
  • Dolor, sobre todo en adultos (puede ser difícil de manejar)
Síntomas digestivos y de la alimentación:
  • Dificultad para succionar o alimentarse en los bebés, o masticar y tragar en niños mayores y adultos
  • Problemas para deglutir (en todas las edades)
  • Vómitos o estreñimiento
Otros síntomas:

Pruebas y exámenes

Un examen neurológico completo es crucial. En las personas mayores, evaluar la función cognitiva también es importante:
Se pueden llevar a cabo los siguientes exámenes:

Tratamiento

No hay ninguna cura para la parálisis cerebral. El objetivo del tratamiento es ayudar a la persona a ser lo más independiente posible.
El tratamiento requiere un abordaje en equipo, que incluye:
  • Un médico de atención primaria
  • Un odontólogo (se recomiendan los chequeos dentales más o menos cada 6 meses)
  • Un trabajador social
  • Enfermeras
  • Terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas y logopedas
  • Otros especialistas, que incluyen un neurólogo, un médico especialista en rehabilitación, un neumólogo y un gastroenterólogo
El tratamiento se basa en los síntomas de la persona y en la necesidad de prevenir complicaciones.
Los cuidados personales y en el hogar abarcan:
  • Recibir alimento y nutrición suficientes
  • Mantener la casa segura
  • Llevar a cabo ejercicios recomendados por los médicos
  • Practicar el cuidado apropiado del intestino (ablandadores de heces, líquidos, fibra, laxantes, defecaciones regulares)
  • Proteger las articulaciones de lesión
Se recomienda llevar al niño a escuelas regulares, a menos que las discapacidades físicas o el desarrollo mental lo imposibiliten. La educación o adiestramiento especial puede ayudar.
Lo siguiente puede ayudar con la comunicación y el aprendizaje:
  • Gafas
  • Audífonos
  • Dispositivos ortopédicos para músculos y huesos
  • Ayudas para caminar
  • Sillas de ruedas
También pueden necesitarse fisioterapia, terapia ocupacional, ayuda ortopédica u otros tratamientos para ayudar con las actividades y el cuidado diarios.
Los medicamentos pueden abarcar:
  • Anticonvulsivos para prevenir o reducir la frecuencia de convulsiones (crisis epilépticas)
  • Toxina botulínica para ayudar con la espasticidad y el babeo
  • Relajantes musculares para reducir temblores y espasticidad
Se puede necesitar cirugía en algunos casos para:
  • Controlar el reflujo gastroesofágico
  • Cortar ciertos nervios de la médula espinal para ayudar con el dolor y la espasticidad
  • Colocar tubos de alimentación
  • Aliviar contracturas articulares

Retraso mental

El retraso mental es la capacidad intelectual inferior a la normal que está presente desde el momento del nacimiento o en los primeros años de la infancia.
Las personas con retraso mental tienen un desarrollo intelectual inferior al normal y dificultades en el aprendizaje y en la adaptación social. Alrededor del 3 por ciento de la población presenta retraso mental.

Causas

La inteligencia está determinada tanto por la herencia como por el medio ambiente. En la mayoría de los casos de retraso mental se desconoce la causa, pero existen muchos factores durante el embarazo de una mujer que pueden causar o contribuir al retraso mental del niño. Los más frecuentes son el uso de ciertos medicamentos, el consumo exagerado de alcohol, los tratamientos con radiación, la desnutrición y ciertas infecciones víricas como la rubéola. Las anomalías cromosómicas, como el síndrome de Down, son una causa frecuente de retraso mental. Varios trastornos hereditarios pueden también ser los responsables. Algunos, como la fenilcetonuria y el cretinismo (hipofunción de la glándula tiroides), pueden corregirse antes de que se produzca el retraso mental. Las dificultades asociadas a un nacimiento prematuro, las lesiones cefálicas durante el parto o los valores muy bajos de oxígeno durante el nacimiento son otras de las causas de retraso mental.

Diagnóstico y pronóstico

Una vez que se produce el retraso mental, por lo general éste es irreversible. Es necesario llegar a un diagnóstico precoz del retraso mental para poder determinar una educación de tipo terapéutico así como una planificación a largo plazo.
La inteligencia inferior a la normal puede ser identificada y cuantificada mediante pruebas de inteligencia. Tales pruebas presentan un sesgo de tipo medio, es decir, tienen cierto margen de error, pero señalan con una razonable exactitud el rendimiento intelectual, particularmente en un niño mayor.
Los niños con un coeficiente intelectual entre 69 y 84 tienen dificultades de aprendizaje pero no presentan retraso mental. Rara vez se les detecta esta deficiencia antes de comenzar el colegio, sino que precisamente es allí donde los problemas educacionales y de comportamiento resultan evidentes. Con ayuda especializada, suelen cursar sus estudios sin grandes dificultades y llevan a cabo una vida normal.
Todos los niños con retraso mental pueden beneficiarse con la educación. Los que presentan un retraso mental leve (un coeficiente intelectual de 52 a 68) pueden alcanzar un nivel de lectura similar al de los niños que cursan entre cuarto y sexto grado. Si bien les cuesta leer, la mayoría de los niños con retraso mental leve puede adquirir las habilidades básicas necesarias para la vida diaria. Necesitan cierta supervisión y apoyo, además de medios educativos y de preparación especiales. Con el paso de los años pueden requerir un sistema de vida y una situación laboral bajo tutelaje. Si bien, por lo general, no tienen defectos físicos obvios, las personas con retraso leve pueden padecer epilepsia.

Grados de retraso mental

GradoCoeficiente intelectualHabilidades durante la edad preescolar (Nacimiento - 5 años)Habilidades durante la edad escolar (6 - 20 años)Habilidades durante la edad adulta (de 21 años en adelante)
Leve52 - 68Puede desarrollar habilidades sociales y de comunicación; la coordinación muscular es algo deficiente; por lo general no se diagnostica sino hasta años después.Puede tener un conocimiento similar al del sexto grado de una enseñanza general básica, al final de la adolescencia; puede enseñársele cierta conformidad social; puede ser educado.Por lo general consigue desarrollar habilidades sociales y vocacionales para su sostenimiento, pero puede necesitar consejo y asistencia durante los momentos inusuales socialmente o críticos económicamente.
Moderado36 - 41Puede hablar o aprende a comunicarse; tiene poca conciencia social; la coordinación muscular es buena; se beneficia si aprende a valerse por sí solo.Puede aprender algunas habilidades sociales y laborales; es poco probable que supere un nivel de segundo grado escolar; muchos aprenden a viajar solos en sitios que les resulten familiares.Puede aprender a sostenerse por sí solo si realiza trabajos sencillos o de cierta complejidad bajo tutela; necesita supervisión y consejo cuando se encuentra en una situación de estrés económico o social.
Grave20 - 35Puede decir alguna palabras; es capaz de aprender algunas habilidades; tiene poca o ninguna habilidad expresiva; la coordinación muscular es deficiente.Habla o aprende a comunicase; puede aprender hábitos de limpieza simples; se beneficia de la enseñanza de hábitos.Puede contribuir parcialmente a cuidar de sí mismo bajo una supervisión completa puede desarrollar algunas habilidades útiles de autoprotección en un ambiente controlado.
Profundo19 o inferiorExtremadamente retrasado; poca coordinación muscular; puede necesitar cuidado especial.Ligera coordinación muscular, probablemente no logre caminar ni hablar.Cierta coordinación muscular y del habla; puede aprender a cuidar de sí mismo de forma muy limitada; necesita cuidado especial.
Adaptado de Kenny TJ, Clemmens RL Retraso mental, en El cuidado pediátrico básico, editado por RA Hoekelman. St. Louis, C.V. Mosby Company. 1997. p. 410; utilizado con permiso.
Los individuos con retraso leve suelen ser inmaduros y poco refinados, con una capacidad poco desarrollada para las relaciones sociales. Su pensamiento es siempre muy específico para cada situación y suelen ser incapaces de generalizar. Les cuesta adaptarse a nuevas situaciones y pueden demostrar poco juicio, falta de prevención y demasiada credulidad. Si bien no suelen cometer ofensas graves, las personas con retraso leve pueden cometer crímenes impulsivos, por lo general formando parte de un grupo y, a veces, para mejorar su posición dentro del grupo.
Los niños con retraso moderado (coeficiente mental de 36 a 51) van evidentemente muy despacio al aprender a hablar y para alcanzar otras metas del desarrollo, como sentarse, por ejemplo. Si reciben preparación y apoyo adecuados, los adultos con retraso leve y moderado pueden vivir con un grado variado de independencia dentro de la comunidad. Algunos requieren sólo un poco de ayuda, mientras que otros necesitan una supervisión mucho más importante.
Un niño con un retraso mental grave (coeficiente intelectual de 20 a 35) no puede recibir el mismo nivel de aprendizaje que un niño con retraso moderado. El niño con un retraso profundo (con coeficiente intelectual 19 o inferior) por lo general no consigue aprender a caminar, ni a hablar, ni tan sólo llega a comprender demasiado.
La esperanza de vida de los niños con retraso mental puede ser más corta, dependiendo de la causa y de la gravedad del mismo. Por lo general, cuanto más grave es el retraso, menor es la esperanza de vida.

Prevención

El asesoramiento genético ofrece a los padres de un niño con retraso mental información acerca de cuál ha sido la causa del retraso y les permite apreciar mejor el riesgo de tener otro hijo con el mismo defecto. La amniocentesis y el estudio de las vellosidades coriónicas son pruebas de diagnóstico que pueden detectar diversas anomalías en el feto, como trastornos genéticos y defectos cerebrales o de la médula espinal. Se recomiendan ambas pruebas para las mujeres embarazadas mayores de 35 años debido al gran riesgo que corren de tener un hijo con síndrome de Down.
La ecografía también puede determinar defectos cerebrales en el feto. Puede cuantificarse la concentración de alfa-fetoproteína en la sangre de la madre para buscar señales de síndrome de Down y espina bífida. Si se logra diagnosticar el retraso mental antes del nacimiento, esto puede permitir a los padres decidir acerca de la opción del aborto y poder realizar en consecuencia una planificación futura de su familia. La vacuna contra la rubéola ha disminuido notablemente la incidencia de esta enfermedad como causa de retraso mental.

Tratamiento

El médico de familia, con la asistencia de varios especialistas, desarrolla un programa completo e individualizado para el niño con retraso. Un niño con retraso en su desarrollo debe participar en un programa de intervención precoz tan pronto se le diagnostique el retraso mental. El apoyo emocional de la familia es parte integral del programa. Un niño con retraso suele vivir mejor en su casa o bien en una residencia comunitaria y, en la medida de lo posible, debe asistir a un centro normal de cuidados diurnos o estar involucrado en un programa preescolar.
El nivel de competencia social es tan importante como el coeficiente intelectual a la hora de determinar hasta qué punto el retraso limitará al niño. Ambos representan grandes problemas para los niños que se encuentran en la escala más baja del coeficiente intelectual. Para los niños con coeficientes intelectuales más altos, otros factores (como los impedimentos físicos, los problemas de personalidad, la enfermedad mental y las habilidades sociales) pueden determinar el grado de cuidados que se necesitan.
Rara vez está indicado enviar al niño a una residencia y esa decisión requiere un profundo debate entre la familia y los médicos. Si bien es difícil tener en casa un niño con retraso, raramente es la causa principal de discordia dentro de una familia. De todos modos, la familia necesita apoyo psicológico y también puede requerir ayuda para el cuidado diario del niño. Esta clase de ayuda puede provenir de centros de cuidados diurnos, de una niñera y de centros de cuidados temporales. Un adulto con retraso puede llegar a precisar atención de forma permanente, para lo cual se le puede internar en un centro especial para deficientes, en un albergue o en un centro de cuidados.

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